Hola a todos, así como a veces platicamos cosas lindas, hoy quiero desahogarme con ustedes...¿Me permitirían hacerlo? Si... ¿verdad?
Les voy a contar una pequeña historia:
El lunes pasado me dirigía a una reunión, en compañía de mi esposo debido a que era muy temprano (salimos a las 4:30 a.m. de casa por que la junta era a las 9:00 a.m. y el lugar queda a más de 4 horas), transitábamos por una carretera de zona serrana entre montañas y cerros, cuando en una curva cerrada, un trailer invadió nuestro carril, iba a gran velocidad y pudo virar la cabina, pero la caja no y nos envistió con ella arrastrándonos por un tramo de más de 15 metros.
Escuche el golpe más duro, fuerte y contundente que se imaginen, volaron vidrios, vi como mi esposo rompió el cristal con su cabeza perdiendo el conocimiento, vi como el polvo se levanto a nuestro alrededor, vi como salieron las bolsas de aire de nuestro auto y olí un aroma a metal quemado que me hizo pensar que el carro explotaría.
Sé que quizá solo pasaron unos segundos, pero alcance a sentir mucho dolor, sentí que ahí estaba la muerte, pensé que no la contaría, pensé que moriría y lo primero que vino a mi cabeza fueron mis hijos, mis niños especiales, mis TEA preciosos ¿quien los cuidaría y les daría el mismo cariño y amor que nosotros les damos? NO, NO PODÍAMOS MORIR, TODAVÍA NO.
El trailer no se paro en ningún momento, siguió su ruta y nos dejo al borde de una barranca con un abismo de muchísimos metros de profundidad.
Al notar (aunque no se veía nada) que estábamos en la orilla del camino y que poco faltaba para caer, salí del auto y sentí como se movía hacia la barranca. Mi esposo desmayado, estaba oscuro, aún no amanecía, nos encontrábamos en medio de la nada y no tenía señal en mi celular.
Le grite a mi esposo y no me respondía, el carro casi caía en el abismo, yo me sentía sofocada por los golpes, me dolía el pecho y me costaba respirar, aún así lo jalé y como pude lo saqué del carro.
Lo dejé en la carretera y prendí la luz de la lámpara de mi celular, para hacer señales a quien pasara, pero no pasaba nadie, mi esposo seguía sin conocimiento. En ese momento de absoluta oscuridad, sola en medio de la nada, gritando y moviendo la luz, pidiendo auxilio, me sentí tan perdida, tan asustada, tan insignificante.
Bendito Dios después de un rato pararon algunas personas que muy amablemente se quedaron a cuidar a mi esposo y otras que me llevaron al pueblo más cercano como a 20 minutos a pedir ayuda.
Yo sentía que me desmayaba del dolor, no podía respirar, ni hablar bien, pero así fui a la comandancia de aquel lugar a levantar el reporte, a pedir apoyo, a avisar a mi familia. Los oficiales llamaron una ambulancia y me regresaron en la patrulla al lugar del accidente, ahí ya por fin mi marido había recobrado el conocimiento pero estaba en shock no recordaba nada de lo sucedido.
Llego la ambulancia, revisaron nuestros signos vitales, nos trasladaron al centro de salud mas cercano donde estuvimos horas esperando que el hospital al que pertenecemos mandara por nosotros, cosa que no sucedió así que nos tuvimos que regresar en taxi a la clínica correspondiente y nuestro vehículo quedó en un corralón cercano.
Ya en el Hospital como estaban llenos de casos de Dengue, tardaron más de 5 horas en atendernos y nosotros esperando sentados mientras tanto y sin comer, fue muy pesado y acabamos más adoloridos que al principio.
He reflexionado muchísimo desde lo ocurrido, como en un par de segundos, en un abrir y cerrar de ojos la vida se te va, de verdad que no somos nada, somos átomos en el universo, somos caprichos de la naturaleza, somos seres tan vulnerables.
Se que muchas veces se dice que vivas cada día como si fuera el último, pero creo que si debemos hacerlo, disfrutar el sol, la lluvia, el calor, el frío, la familia, los hijos, la comida, los problemas, todo. Por que en algún momento nos llegará la hora y en serio que no sabemos ni cuando, ni donde, así que a ir resolviendo todas nuestras situaciones y sobre todo ¡A VIVIR MIENTRAS ESTEMOS VIVOS!